Hechos obvios
La clase tiene una duración finita, lo que significa varias cosas, pero sobre todo que siempre el tiempo es menos de lo que uno quisiera. Por lo tanto, es necesario saber bien claramente de antemano de qué contenido consistirá la clase, cómo pasar ese contenido de la manera más clara posible de manera de no tener que hacer demasiadas repeticiones (siempre, siempre, habrá repeticiones de conceptos, o recapitular un ejercicio) y tener en cuenta que los imprevistos siempre pasan.
Pero saber qué contenidos pasar implica evidentemente una planificación previa. Hacer esa planificación previa es importante, tanto como flexibilizarla en caso de problemas y apegarse a ella si no. Pero un aspecto quizás un poco más profundo de eso es que hay que tener claro qué se espera de los alumnos al final del período de clases: ¿Quiero que mis alumnos sepan el temario y listo? ¿Quiero que sean matemáticos en tres meses? ¿Quiero algo entremedio? El tener claro qué objetivos finales tenemos para los alumnos debiera ser la base de todo el desarrollo posterior. Y más que objetivos, en el sentido de "quiero que sepan el teorema del binomio, integrar y derivar", quizás el concepto debe ir más por el lado de "espero que mis alumnos entiendan que
a) La matemática provee una base teórica para el desarrollo de la investigación científica
b) Hay herramientas matemáticas básicas, de las que aprenderemos técnicas también básicas, pero sobre las que podemos construir conocimiento
y quizás
c) El conocimiento que se pueda adquirir en el curso depende principalmente de la cantidad de esfuerzo que yo, como alumno, esté dispuesto a dar"
Por supuesto, todo eso en un contexto de un curso de matemáticas para alumnos de medicina de una universidad. En otros contextos serán evidentemente deseables otros objetivos conceptuales, pero eso es demasiado obvio como para decirlo (¿o no?).
Pero volviendo al último punto, tener claro qué espera uno de sus alumnos como resultado final del proceso se vuelve, además de base, una especie de timón que debe ir guiando los acontecimientos, en el sentido de que cada clase, previamente hecha por el profesor, debe contener una cantidad de materia suficiente para cumplir los objetivos de materia, pero no demasiados de modo de no ahogar al estudiante en un mar de conceptos, que no alcanzará a entender pues primero se queda desarmado ante la cantidad de información.
Algunas preguntas para las que no tengo mucha respuesta y que podrían ser interesantes
¿Cómo debe aparecer uno como profesor frente a sus alumnos? Esa es una pregunta que puede tomarse por varios frentes, pero en este caso quiero decirlo como ¿de qué manera se relaciona uno como profesor con sus alumnos, qué grado de confianza debe entregarles y de qué manera se administra ésta? Esa pregunta tiene sentido probablemente siempre y es la falta de experiencia y de herramientas o formación más profesional la que me obliga a preguntármela frecuentemente, pero además se mezcla el hecho de la edad, cercana a la de los alumnos, que genera confianzas distintas a la vez que posiblemente (pecando quizás de soberbio y desubicado) problemas de índole gustativo.
En efecto, la edad cercana a la de los alumnos hace que se establezca una confianza distinta a la que se establecería si tuviera, digamos, 50 años. El problema es cómo enfrentarla, pues esa confianza suele venir aparejada de un
exceso de confianza de parte de algunos alumnos en determinadas circunstancias. Pero, naturalmente, tiene cosas positivas, sobre todo en una facultad como medicina, donde los profesores tienden a parecer lejanos, sobre todo en los primeros años. El tender puentes basados en experiencias relativamente comunes (por ejemplo, entender de qué se trata facebook) puede entonces resultar beneficioso mientras esa relación se enfoque en pro del aprendizaje, por ejemplo relajando a los alumnos mediante el uso del humor, entre otras cosas.
Pero mejor sigo otro día, ahora me dio sueño.