Hubo una vez en que estábamos todos muy juntitos. Vivíamos en nuestro nido y salíamos de repente en nuestras excursiones personales, que siempre nos llevaban a lados interesantes. Volvíamos y nos contábamos lo que había pasado, volvíamos y tomábamos café en el patio, comíamos de la misma comida y respirábamos el mismo aire.
Eran tiempos en que cada uno tenía sus aspiraciones acerca de qué íbamos a hacer una vez que saliéramos del nido aquel, aspiraciones que iban cambiando según las estaciones para unos, o estaban muy bien sujetas para otros. Eran épocas interesantes, porque cada cierto tiempo se iban añadiendo más pollos a nuestro nido, y otros ya no éramos tan pollos si no que estábamos con plumas más grandes. Pero había camaradería entre los habitantes, un cierto compañerismo que sigue existiendo, pero lo que ya no existe es esa cercanía física del te veo más que a mi madre y mis hermanos, si no estás un día qué raro se hace! y cosas así.
Ahora, cuando ya no queda ninguno en el nido de hace un buen rato, qué hay? qué queda? Al menos quedan amistades profundas. No pongo las manos al fuego por ninguno y sin embargo no me doy cuenta y las tengo puestas, veo sus errores como ven los míos y sin embargo esos errores no importan, porque lo importante es lo que hago, lo que haces, lo que hacemos. Para más de alguno, si no para todos, nada ha resultado como nos imaginábamos hace tres años, por ejemplo, y eso ha traído dolor, ha traído sorpresas y ha sido crecer otro poco más cuando ya nos creíamos de repente grandes.
En verdad, creo que poco ha tenido que ver para todos lo que estamos haciendo con lo que imaginábamos hace tiempo. Hay algunos que se dieron cuenta antes de eso y otros después. Pero no importa. ¿Soñamos todavía? Siempre, eso es seguro. Pero ya ha pasado tiempo y estamos más fogueados. Somos un épsilon menos ingenuos y somos un delta más sabios. Creo que hemos sabido aprovechar.
Mis abrazos. Here's to the crazy ones.
